Rocas ligeras como el algodón, todos juntos en una bella excursión, nuestra purgita dirigiendo to el tinglao...

Dentro de un paisaje marciano, dando saltitos sobre las piedras como los canarios, disfrutando de un paraje extraordinario... saliendo de lo cotidiano...
Penetrando dólmenes oscuros y milenarios, si no llegamos preguntamos y preguntamos, siempre nos guiara algún solidario paisano...
Entre tapes de tortilla y de pimientos, compartiendo vivencias y sentimientos, cosas que no olvidaremos aunque pase el tiempo...
Son las cosas sencillas las que unen de verdad, une ver los Dólmenes de Antequera o rutear por el Torcal, esa es parte de la argamasa de nuestra amistad...
Situaciones que vamos viviendo y que, casi sin darnos cuenta, van pasando, cosas que al final son las únicas que valoramos, las únicas de las que, en el ultimo día, nos acordamos...
Es muy importante saber saborearlas, durante un instante mantenerlas ingravidas, intemporales, como en otra dimensión, permitirte vivirlas dentro del corazón...
El cordobés enmascarado...


1 comentarios enriquecedores...:

En primer lugar felicitarte por la entrada y tu prosa que es siempre muy original.

Me has hecho recordar la primera vez que visité el Torcal, tenía mi hijo mayor (36 ahora) un par de ellos. Las rutas eran abiertas, no había ninguna prohibida. Cogimos una al azar y por poco nos tenemos que quedar allí en el laberinto, reconozco que me agobié, se echaba la tarde y aquello era infinito, solos, con un niño en los hombros por a la primera de cambio se cansó. Que si las cabras monteses, que si un pájaro despistado. Multitud de variadas formas, que alargaban las sombras ya peligrosamente. Tomamos por la calle de enmedio antes de tener que guiarnos por las estrellas, y llegamos a la casa. Allí nos esperaba un seiscientos, matrícula de Málaga veintiocho mil, y bajar la pronunciada cuesta, con unos frenos que dejaban mucho que desear. Por fin nos vimos en una carretera menos peligrosa, y enfilando un rato después, ya de noche, la recta de Antequera.

Años después estuvimos en Málaga en un bautizo, y a la vuelta visitamos el Dolmen de Menga, lo que no recuerdo es que hubiera un pozo en él. Hace treinta años lo menos, desde luego. El de Viera y el del Romeral no lo hemos visto y creo que merecen la pena visitarlos.

23 de octubre de 2010, 11:06  

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