Jaime maldecía su existencia, odiaba la vida, la consideraba mala y despiadada, creía que vivo sufría y que muerto no lo haría...

Estaba muy enfadado con todo, apenas tenia amigos, pero los pocos que tenia le querían, también tenia a una chica que acababa de conocer...
Su infancia había sido muy dura, demasiado dura, su juventud fue igual o peor, durante mucho tiempo los palos le habían llovido de todos lados...
Pero ahora era ya todo un hombre, un adulto, aunque él sentía que en muchos aspectos no había madurado, apenas dedicaba tiempo para él...
Prefería sumirse en una auto destructiva abstracción, algo que ya le estaba empezando a pasar factura, aunque durante mucho tiempo la considero una buena cura...
Las mañanas eran lo peor para Jaime, después de noches que solían ser agitadas, se tenia que enfrentar a duros despertares, despertares llenos de desilusión...
Apenas bajarse de la cama, se sentía sin energía, sus pensamientos negativos se la consumían, muchas veces le sobraba el resto del día... otros se volvía a acostar...
Se sentía muerto en vida, incapaz de superar el daño que le provocaba su herida, todo lo hacia preso de la ansiedad, como si alguien se lo fuera a quitar, como si todo fuera a terminar...
Cada acto de su vida era de cara a la galería, reservaba poco para él, no se cuidaba, hacia las cosas con desgana, era joven, pero ya tenia muchas canas...
Su pareja le apoyaba, ella llego justo cuando él naufragaba, en mitad de un océano bravío, ella fue su tabla, su milagro, la princesa con la que dejaría de ser rana...
Pero Jaime era un guerrero, siempre había vivido en el campo de batalla, la paz no se le daba bien , entendía mejor la espada, siempre en su cinto la llevaba colgada, hombre de acción y no de palabras...
Jaime se había forjado a si mismo, pero con muchas imperfecciones, tenia miedo a muchos de sus rincones, su mente se había vuelto sucia y negativa, con muchas ideas que le resultaban dañinas...
Quería cambiar su vida, volver a rescatar su parte buena y positiva, él la conocía, él llegó a ser muy bueno un día, pero hacia tanto tiempo que apenas lo recordaba, la basura había apagado su aura...
Ahora quería volver a renacer, quería enterrar su espada, quería ser fuerte a través de las palabras, siguió algunos consejos sabios, intento aplicarlos, tener la constancia suficiente como para poder plasmarlos...
Al poco tiempo, comenzó a sentir cosas maravillosas, entendió que tenia un lugar que ocupar, que se hallaba rodeado de gente que le quería, que tenia una misión que cumplir, que el pasado es pasado y el futuro algo por imaginar...
Comenzó a disfrutar de su presente, a no preocuparse por todo, a filtrar sus pensamientos, a dominar su mente...
Empezó a moverse, a respirar, a permitir que la vida entrara en él, a partir de ese momento nada fue igual, su espíritu comenzó a crecer, recupero su fuerza vital, siguió su camino, siempre pensando en positivo, siempre encontrando buenos motivos...
Jaime llego a ser padre de dos bellos hijos, fue un gran marido, un gran profesional, un amigo para los demás... se encontró a si mismo, se perdonó sus errores, comprendió que la vida es un don de los Dioses...
El cordobés enmascarado.

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