Nací en una comarca de Algeciras, en el seno de una familia de origen yemeni, musulmán de primera o baladí...

Siendo muy joven deje mi casa para ir a la capital de al-Andalus, era perfecta para saciar mi ambición, muy bella y llena de vida...

Por sus calles paseaba la florinata de Oriente y de Occidente, yo me haría un hueco entre aquellas gente, algún día todos aclamarían mi nombre...

En ella dejaría de ser un adolescente para convertirme en un gran hombre, empecé mi misión trabajando como escribano reputado junto a la Mezquita Aljama, conseguí , a base de trabajo y diplomacia, llegar a desempeñar distintos y cada vez más importantes cargos públicos...

Llegue a ser Tesorero del Califa y Director de la Ceca, en la que se acuñaba moneda, muchos me acusaron de corrupto, pero casi todos a mi alrededor eran tanto o más corruptos que yo, lo que hacia era simplemente sobrevivir en un mar infectado de tiburones, para ganar me tuve que convertir en un tiburón...

Un buen día el Califa murió y varios querían ser candidatos a la sucesión, como me hubiera gustado poder ser yo, pero no estaba entroncado con la linea dinástica califal, el pueblo y los alfaquies no lo hubieran consentido jamas...

Al final lo arregle todo y el sucesor fue el niño Hisham II, hijo de Al-Hakam II, nunca creí en la legitimidad de aquella dinastía, jamas me trague que aquellos impostores fueran Omeyas...

Vencedor de mil querellas, muchas cabezas tuvieron que rodar bajo mis piernas, si quieres que te obedezcan haz que te teman, en aquellos días ese era mi lema...

Acabe con el Hayib Mujsafi y le robe el cargo de Gran Chamberlan, luego me encargué de mi suegro, el General Galib, el muy cobarde acabo firmando a mis espaldas un sucio pacto con las bestias trinitarias del norte, Asma, su hija y mi mujer, nunca me lo perdonó, pero era él o yo...

Atraí hacia mi a la desesperada Subh, mujer del fallecido Al-Hakam, la muy idiota se enamoró de mi, pero en mi juego no había sitio para el amor, sólo para la conveniencia, para mi eran simples herramientas...

Me convertí en Protector del Califa Hisham, transformé su vida en una ficción, Medinat al-Zahra, construida por su abuelo y por su padre, fue su jaula de oro, mientras afuera yo me hice cargo de todo...

Estaba sólo en el poder, yo era el califa, al menos en la practica, otra cosa era la teoría, ser califa me hubiera gustado mucho, pero pronto acepte que nunca lo seria...

Otras muchas cosas estaban por conseguir, aunque era importante tener a los alfaquies y a los ulemas de mi parte, yo sabia que darles, querían ver libros arder y yo se los proporcionaría, libros que consideraban herejes, libros que cuestionaban la fe, les dí la Biblioteca de Al-Hakem, amplié su Mezquita, en la Historia deje mi huella física...

Luego construí mi bella Medina Al-Zahira, la floreciente, desde allí goberné a una multitud de gentes, todos se pegaban por verme y aclamaban mi nombre, como un día soné...

Decidido a aumentar mi prestigio militar, me lanzé contra los perros trinitarios norteños, gente ruda e incivilizada, nada comparable con Qurtuba, nada se parecía a mi capital por aquellos lares...

Organizaba aceifas, campañas militares de verano, arrasábamos sus campos, secuestrabamos a sus mujeres, nos gustaba mostrarnos ante ellos como seres crueles, creía que así nos respetarían...

Vencí en ciudades como la alejada Barcelona, Zamora o Pamplona, colgué en la Mezquita, como lamparas, las campanas de Santiago de Compostela, su apóstol impostor, los trinitarios temblaban con solo escuchar mi nombre, me consideraban la encarnación de su demonio Lucifer, creían que el mundo acabaría en el año 1000, ¡vaya locos estos trinitarios!, morían pensando que existían tres dioses, aunque en un pasado creyeron en un solo Dios, como hoy hago yo, no hay más Dios que Alá...

El respeto hacia mi se extendía por todo lo que los romanos llamaban Hispania, pero también por gran parte del norte de África, de allí traje a un importante numero de mercenarios bereberes, también me gustaban los eslavos, me impresionaba la fidelidad que sentían hacia mi, yo era su único Señor, yo era el que les pagaba y por mi blandían sus espadas...

Las masas me acabaron llamando Al-Manshur, el Victorioso, pero mi nombre verdadero era Abi Amir, todas las miradas estaban puesta en mi, yo hice grande a Al-Andalus empezando desde cero...

Mi muerte llego tras ser herido en Catalañazor, fue mi única derrota entre muchas victorias, siempre quise morir al frente de mis tropas, como aquellos antiguos generales romanos...

Mis hijos Al-Andalus heredaron, Abd al-Malik hizo lo que pudo, Sanchuelo no salió a mi, sino a su navarro abuelo, tiró todo mi trabajo por los suelos, quiso suplantar a Hisham y probó el frío acero, luego la plebe arraso mi joya, mi Medina Al-Zahira; el pueblo, que me había idolatrado, acabó con su efímera vida...

Al-Andalus fue pasto de la fitna, del todos contra todos, el tiempo de los generales, de la disgregación y de las taifas, eran buenos tiempos para los trinitarios, pronto parecería lejano mi legado...

¿Como seré recordado, seré amado o odiado, seré profeta o villano, seré Almanzor el Grande o Almanzor el Tirano?, a veces la Historia es como una tirada de dados, a veces no todo es como nos lo han contado...

El cordobés enmascarado

1 comentarios enriquecedores...:

Precioso resumen de la vida del gran Almanzor, con sus luces y con sus sombras, que fueron muchas éstas últimas. Me encanta tu prosa poética cordobés enmascarado. Creo que la historia, a grandes rasgos, tiene a Almanzor como un gran guerrero y político, y en Córdoba está bastante bien visto para lo cruel que fue con la España cristiana, otra cosa es la visión que de él se tiene por la zona norte de España, donde en aquella época le temían "más que a una vara verde" como dicen en Talbania.

25 de agosto de 2010, 6:06  

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